Cuentan las historias que hubo una vez un rey que se enamoró perdidamente. Para él, ella era el ser más precioso del mundo, y, en realidad lo era. Era muy bella y deslumbraba por dónde pasaba. Todos admiraban su belleza y compadecían al pobre Rey, ya que sabían que ella no duraría mucho tiempo, que su belleza se marchitaría y dejaría de volar. Pero el Rey no quiso verlo.
La seguía por todas partes, pero ella era rápida y huidiza, como todas las de su especie. Ella era una mariposa. Antes de que el Rey se diera cuenta, ella se posó para no volver a volar más. Él se dio cuenta y se puso a llorar sobre ella.
Sus lágrimas aceleraron la desaparición de la mariposa, pero algo empezó a surgir en lugar donde ella había perecido.
El Rey esperó a ver que era aquello nuevo y todo el reino estaba atento a las novedades. Pronto se vio que era una rosa negra. Nunca antes habían visto una, ya que en ese reino todo era de colores. Así que, esperaron y esperaron y al fin la rosa se abrió y dentro pudieron ver una pequeña y tímida hada negra.
Las caras de asombro aparecieron por todas partes ya que solo habían leído en los libros que del amor entre un humano y una mariposa surgía un hada, pero no sabían si era cierto, ni cómo sucedía, ni si quieran sabían que la mariposa también amaba al Rey.
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